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El aire acondicionado discrimina a las mujeres

08/06/2016

La revista Nature Climate Change ha publicado un estudio realizado por varios investigadores del hospital Universitario de Maastricht de Holanda, en el que se afirma que los hombres y las mujeres no responden de la misma forma ante el aire acondicionado, es decir, que la forma en que su cuerpo regula la temperatura es diferente.

El estudio nos indica que, ante una actividad similar, el cuerpo del sexo masculino genera más calor que el cuerpo del sexo femenino y esta diferencia de calor es lo que provoca que los hombres prefieran que el aire acondicionado este a una temperatura más baja mientras que, por el contrario, las mujeres necesitan un aire acondicionado a una temperatura más elevada.

Ya, en investigaciones anteriores a esta, se había observado que los hombres, de media, prefieren estar en un ambiente laboral a 22 grados mientras que las mujeres prefieren trabajar en una oficina a 25 grados.

Explicación científica

La explicación que nos da esta nueva investigación a por qué ocurren estas diferencias térmicas entre los distintos sexo es que estas preferencias de temperaturas se deben al metabolismo de las personas. En este caso, el de hombres y mujeres es diferente.

Todas las personas tenemos una zona de máximo confort térmico y esto se consigue cuando la superficie de nuestra piel está a 33 grados de temperatura. Lo que pasa es que el cuerpo masculino genera más calor que el femenino, y por ello, necesita más frío exterior para lograr los confortables 33 grados, al contrario que las mujeres que generan menos calor interno y necesitan una temperatura exterior más alta.

También hay que tener en cuenta que los protocolos de climatización de edificios están basados en una normativa establecida hace 50 años y que toma como simple referencia el metabolismo de un hombre de 40 años y 70 kilos, por lo que en materia de aire acondicionado se descrimina a la mujer.

En este nuevo estudio se ha ido más allá y han participado 16 mujeres con una media de edad de 23 años. A estas mujeres se les solicitó que realizaran un trabajo de oficina que suponía poca actividad física. Gracias a varios sensores de temperatura y un calorímetro se pudo calcular el calor que generaba su cuerpo teniendo en cuenta qué porcentaje de cuerpo estaba formado por grasa, ya que la grasa afecta a la producción de calor. Luego contestaron a una encuesta en la que puntuaron su sensación de confort térmico.

Los resultados indican que su cuerpo emitía 48 vatios por metro cuadrado, una cifra más baja que los 70 vatios por metro cuadrado que se tenía como referencia para todas las personas que realizan su actividad laboral sentadas.

Teniendo en cuenta estos resultados es hora de plantearse si la utilización energética en los lugares de trabajo es la correcta. Ya que, además de que la mala utilización del aire acondicionado supone una incomodidad y provoca una mala convivencia en los lugares de trabajo, también supone un despilfarro de energía, un exceso de emisiones contaminantes para nuestro planeta y un gasto económico totalmente innecesario para las empresas.

Según Boris Kingman, primer autor de esta nueva investigación, “Los sistemas de refrigeración y los de calefacción deberían regularse en cada edificio en función de las personas que trabajan en él” y añade que “los valores de referencia actuales deberían corregirse e incluir los valores reales de las mujeres para reducir el sesgo de discriminación de género en las predicciones de confort térmico”

Y es que estos valores se establecieron en los años 60 tomando como ejemplo los valores de un hombre de mediana edad y, hoy en día, se sabe que el confort térmico es diferente en cada persona dependiendo de su sexo, edad y masa corporal.

Además, el consumo de energía en edificios, tanto hogares como oficinas, representa el 30% de las emisiones globales de CO2 y, por ello, es importante un buen aprovechamiento energético.

Como indican los investigadores de este estudio “Ignorar las diferencias entre personas hace que los edificios sean energéticamente ineficientes”, y es que hay adaptar la climatización de los edificios a las personas que trabajan en ellos para no desaprovechar ni un ápice de energía.


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